Sábado 15 de Noviembre de 2025
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Más allá del triple crimen: cómo se asesina el futuro

 

  • “Si el Estado se corre, aparece el narcotráfico”, había advertido ya la Iglesia. Otro trabajo hablaba de muchas familias estalladas y barrios ocupados por 'transas'. Las señales que nadie quiso mirar.

Veinte años no es edad para morir. Quince, todavía menos. Tan fuera de tiempo, tan temprano, las vidas de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Morena Gutiérrez fueron brutalmente segadas en una trama sórdida de drogas, narcos, plata fácil, marginalidad y exclusión. Una trama con actores que siempre eligieron mirar para otro lado. Una trama que, miserablemente, la política, lejos de asumir sus responsabilidades, trató de utilizar para cruzar acusaciones y echarle el fardo al rival. Una trama con un trágico final anunciado, aunque todos ahora se hagan los sorprendidos.

“Si el Estado se corre, entra el narcotráfico” proclamó en su declaración, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina en junio. Y advirtió sobre el avance del narcotráfico ocupando los lugares que el Estado deja vacíos, convirtiéndose en un virtual Estado paralelo, ofreciendo a chicas y chicos la ilusión de una vida mejor, aunque a un precio altísimo.

También planteó la necesidad de contar con recursos para que la tarea del voluntariado se complemente con la de personal idóneo y especializado para trabajar a tiempo completo en la recuperación de adolescentes cooptados por la droga. “Desfinanciar estas obras, demorar la ayuda o relegarlas a la buena voluntad de voluntarios agotados, es una forma indirecta de condenar a muchos a la muerte”, sentenció.

Un trabajo realizado por el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) y Fundar deja en evidencia una realidad que el triple crimen de Florencio Varela desnuda ahora en toda su dimensión. Según los autores de “La narrativa rota del ascenso social”, una encuesta de 600 casos y 47 entrevistas en profundidad a chicos de entre 16 y 24 años en barrios populares del AMBA, el 34% de los jóvenes del país viven en esa área, y el 40% de los jóvenes del Conurbano bonaerense lo hace en barrios populares o zonas vulnerables.

Entre los hallazgos del informe se menciona que el consumo problemático y el delito se reproducen intergeneracionalmente. “Cinco jóvenes cuentan que sus familias se dedicaban a vender drogas, y siete tienen o tuvieron preso a alguno de sus padres”.

Todos coinciden en que el consumo de droga arranca alrededor de los 13 ó 14 años pero dicen que también se da a edades cada vez más tempranas, con apenas 9 ó 10 años. Uno de los encuestados describe: “Corre mucho la droga en el barrio. Hoy en día hasta te quieren pagar todo con droga; no existe la plata. Cuando en la calle sale una changa es, '¿te pago con droga o te pago con plata?'”.

Otro coincide: “Lo malo que está pasando en el barrio es que los 'transas', que venden muchas falopas, están destruyendo a la gente. Ahora es mucho más, se está poniendo cada vez peor. Se ve porque hay mucha gente que va y viene, roban y vuelven... es feo, es feo, yo la pasé”.

La mitad de los entrevistados consume o consumió drogas.

Según los autores del trabajo, Daniel Hernández y Rodrigo Zarazaga, la evidencia reunida muestra un fuerte debilitamiento entre los encuestados de la narrativa tradicional del ascenso social: el 40% sigue relatando su vida a partir de ella, pero expresando grandes dudas de poder alcanzarla, el 20% reduce sus aspiraciones al mínimo, y otro 40% las abandona y vive instalado en el presente porque “Yo ya no tengo futuro”.

En la descripción se habla de “muchas familias estalladas, muchas escuelas desbordadas y muchos barrios populares ocupados por 'transas' ”.

La receta para la tragedia estaba servida. Tres chicas yacen hoy en sus tumbas. Todo, y todos los demás, siguen ahí, esperando el próximo zarpazo. ¿Alguien recogerá el guante? ¿Algún partido político se hará eco del tema? El obispo de San Justo, Eduardo García, lo dijo con todas las letras: “La falta reiterada de políticas públicas se convierte, en la práctica, en complicidad”.

Fuente: Clarín

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