“Parece Thriller”: tras la tragedia de Parque Chacabuco, los vecinos hablan de “zombies en tierra de nadie”
- En una recorrida de Clarín, enfatizan que hay peleas e inseguridad por gente que no es del barrio y consume drogas. Y cuestionan que se haya retirado a la Gendarmería.
- Desde la Ciudad aseguran que se duplicaron los patrullajes y que este el año ya hubo 170 detenciones.
Cuatro de la tarde del viernes, en la avenida Corea al 1800, a veinte metros del cruce con Castañares. Un cuarentón lleva una pesada cadena y golpea la puerta de un edificio. Una y otra vez. Del lado de adentro, una chica de unos quince años, en pánico, está por sacar a caminar a su boxer, que ladra nervioso. "Dale, salí con el perro y te rompo la cabeza, dale, vení, atrevete. Voy a volver con el fierro más tarde, sé donde vivís, pendeja pelotuda. ¿Cómo vas a salir con el perro?", vomita con acento extranjero, ante la atónita mirada de un puñado de testigos.
La escena es descabellada por donde se la mire. Lo único entendible es el estado del hombre, que está fuera de sí, y que su reacción es producto de alguien que está, probablemente, dominado por alguna sustancia tóxica. "Podés salir, ya se fue", le dice minutos después María, la kiosquera de al lado, a la chica aún asustada. "Nunca lo habíamos visto a este tipo por aquí... El barrio se lleno de desconocidos... Hay mucha gente que vino acá para estar así, es como que está es lugar indicado para ser fisura", desliza la comerciante boliviana con una reflexión al menos llamativa.
"Hace cinco años que trabajo aquí, pero no sé si voy a renovar el contrato, este barrio está desmadrado, yo cierro a las seis de la tarde, desperdiciando muchas horas... Pero seguir aquí después es poner la cabeza en la guillotina. Desde que se fue la Gendarmería todo cambió", deja picando la frase y se excusa pero no quiere hablar más. Acusa temor.
El viernes, pasadas las siete de la mañana, en esta concurrida esquina del Bajo Flores, se desataba una múltiple tragedia que finalizaría a cuatrocientos metros de distancia, en Cobo y Puán (ya Parque Chacabuco), dejando dos muertos: Daniel Camarena (43), quien se desvaneció al volante, tras ser apuñalado en la calle, condujo herido hasta que, con el auto desbocado embistió a Alcira Encarnación Maldonado (49) y se incrustó contra una panadería que todavía no había abierto.
Clarín recorrió las cuatro cuadras que separan el raid de terror y que fijan el límite entre dos barrios marcados por la presencia amenazante de la villa 1-11-14. "Mirá a estos dos, miralos, miralos", engrana Miguel Angel Díaz (28), que trabaja en la gomería de la esquina de Castañares y Corea. Señala a un hombre y una mujer de no más de treinta años, a punto de irse a los golpes y en un estado visiblemente desquiciado. "Yo laburo acá hace un año y esto es tierra de zombies. Esto es 'Thriller', ¿te acordás el video de Michael Jackson? Son muertos vivos, esto es tierra de zombies. Cuando salgo del trabajo, el paisaje es de terror. Ando medio cagado y pensá que yo vivo en Florencia Varela, que es Puerto Madero comparado con esto".
Díaz, que luce tenso y con el ceño fruncido a pesar de lo que parecía una humorada, dice que si no fuera por la necesidad laboral ya hubiera renunciado. "El jueves en la puerta de la gomería dos tipos grandes se estaban agarrando a trompadas con facas, te juro, parecía una de esas peleas carcelarias que uno ve en una película. Por suerte acá somos varios y salimos entre todos y los corrimos de la vereda. Pero es a diario, chicos, jóvenes, grandes, mujeres, chicas... están todos puestos, consumen paco a morir".
A media cuadra de la gomería, Marcelo Bloesma (58) guía a su mujer, quien pone marcha atrás y sube su Clío a la vereda de su casa. Custodia que ella y su hijo menor entren de prisa. "Parece como si fueran las once de la noche, ¿viste? Pero bueno, estamos en un momento delicado, lo de hoy -por el viernes- es algo de todos los días, pasa que esta vez terminó en tragedia. Estamos tomados por la villa, la cantidad de zombies -repite la figura ya mencionada- ya da pena, porque realmente es penoso el cuadro. Yo vivo aquí hace más de treinta años, era mucho más tranquilo, pero esto de ahora es decadente. Y todo se pudrió cuando el Gobierno decidió sacar la Gendarmería, que tenía a los fisuras a raya, a veces con algún exceso".
La esquina de la múltiple tragedia en Parque Chacabuco. Foto: Sergio García Díaz
Hace 14 años, la seguridad y las tareas de prevención en la zona pasaron a estar a cargo de la Gendarmería Nacional, como parte del denominado Operativo Cinturón Sur, establecido en junio de 2011. Pero desde diciembre último, los gendarmes le dejaron su lugar a personal de la Policía de la Ciudad, lo que para muchos vecinos resultó "un imperdonable" retroceso.
"Este año las calles volvieron a estar en manos de los merqueros, paqueros, zombies o como quieras llamarlos", describe Bloesma, que se dedica al arreglo de caños de escape. "Desde que se fue Waldo Wolf de Seguridad de la Ciudad, ya estas cuadras se hicieron insoportables. Escuchame -pide-, si podés cruzate y andá a ver el pasillo que está a unos cien metros, y que desemboca en la villa. Andá poco amigable, guarda con el celular", sugiere.
La Policía retira el cuerpo de Alcira Maldonado Paniagua, en la esquina de Cobo y Puán. Foto Santiago García Díaz
Cruzamos la avenida Corea, en dirección a Parque Chacabuco y parece otro mundo. "Esta vereda no tiene nada que ver con aquella. Es como la pasarela de los de la villa, que salen de ahí empastados y van por esta mano, que está menos expuesta", hace saber Lina (63), una vecina que habla desde una jaula. Sí, se trata del patio de ingreso a su casa, cercado por rejas que terminan en alambres de púa y el techo también está enrejado. "Me cansé de que los muchachos se metieran aquí y se tiraran a dormir e hicieran sus necesidades. Yo no salgo nunca, me lo tiene prohibido mi sobrino, que me trae todo", comenta.
La casa de Lina es la última propiedad antes de una barranca que lleva a un pasillo que a las cinco de la tarde mete miedo. Sólo van en esa dirección los que conocen; el vecino de a pie elige la mano de enfrente. Clarín toma recaudos y se observan distintos grupitos en esa suerte de largo pasadizo que conduce al interior de la 1-11-14. Las caras de pocos amigos disuaden cualquier atisbo de acercamiento. "¿Estás buscando algo, que estás anotando gato? Vení, pasá que te mostramos", invita un muchacho con gorra y un pucho en la mano. Oídos sordos y se cruza la avenida Corea, que metros después y curva mediante se transforma en Cobo.
Matías Nahuel Pérez (27), el hombre detenido por la Policía, sospechado de apuñalar a Leandro Camarena. Foto: Sergio García Díaz
Se advierte una presencia policial de a pie y motorizada que los vecinos juran "no existe, salvo cuando pasa algo así". Claudia Minella (58) pasea con su perrito tranquila. "Nací acá, me conozco todo y a todos, y a mí me respetan los fisuras y hasta me han pedido perdón por alguna guarangada. Entiendo que no es el paisaje ideal, pero tampoco es un barrio que no podés salir porque te cagan a tiros, no es así, no es el Conurbano de Kicillof", traza un paralelo la vecina con vehemencia.
"Esto se llenó de muertos caminantes cuando se fue la Gendarmería, pero si conocés las calles, las caras, no estás en peligro. Yo creo que este señor (Camarena, una de las víctimas), con todo respeto, actuó de una manera intempestiva y caliente, y sin conocer dónde estaba parado. Si no frenaba y seguía de largo, esto no hubiera pasado, pero no lo culpo, digo que actuó sin tener referencias del barrio", señala.
Desde el Ministerio de Seguridad porteño negaron que con el desplazamiento de Gendarmería haya disminuido la vigilancia y dijeron que, por el contrario, en el marco de la redistribución de personal policial que se puso en marcha hace unos meses en la Ciudad, se duplicó el patrullaje en la Comuna 7, a la que pertenecen estos barrios. También aseguraron que se están haciendo, junto con personal de tránsito, controles en los accesos en los que se secuestraron motos con irregularidades.
Puntualmente sobre el barrio 1-11-14, afirmaron que se destinaron allí cerca de 500 efectivos de la Superintendencia de Pacificación de Barrios. “Esta presencia intensificada se tradujo en un mayor patrullaje, tanto dentro como en los accesos, lo que derivó en un incremento de detenciones y secuestros de sustancias ilegales. En lo va del año se han realizado 194 procedimientos donde se han secuestrado 11 armas de fuego y detenido a 170 personas, algunas con antecedentes”, afirmaron.
Y respecto de “la problemática de los llamados fisuras” remarcaron que “afecta a toda la Ciudad” y que en el último censo realizado por el Gobierno de la Ciudad en noviembre se relevó que el 60% de las personas en situación de calle presenta problemas de salud mental o adicciones.
El drama de la panadería donde se incrustó el Fiesta
El recorrido de Clarín por el barrio termina en la panadería donde un rato antes retiraron al Fiesta que se había inmolado y la destruyó casi por completo. Estamos casi en el umbral del local y se asoma una chica con lágrimas que no puede ocultar. "Si yo estaba adentro, me aplastaba. Me salvé por media hora, porque abro todos los días a las ocho, y esto fue casi a las siete y media. Pero no sé qué me angustia más, si saber que podría estar muerta, o ver el estado en que quedó mi lugar de trabajo... No sé cómo vamos a hacer para levantar todo esto", masculla Tatiana Alvarado (29), boliviana, que junto a su marido William Cáceres (42) estaban al frente de un negocio que ya no es.
"Hace seis meses pusimos la panadería y acabamos de comprar una heladera que la estamos pagando a crédito y es lo único que se salvó. Costó tanto levantar el negocio, nos cuesta mucho pagar el alquiler, no sé cómo sigue esto... Vino el dueño, estuvo cinco minutos, vio el desastre y sólo nos dijo: 'Yo se los entregué en condiciones, me lo devuelven igual'", se quiebra Tatiana y se acerca William, su pareja, que prefiere no hablar.
"Es un lugar muy difícil para trabajar. Los fisuras se me sientan todos los días en la puerta y me hacen pis sin importarles nada. Llamé muchas veces al 911 y cuando llega la Policía, los ve sentados y me dice 'Señora, no están haciendo nada malo' y se van y me tengo que quedar a soportar que entren, que me pidan mercadería y que generen incomodidad a los clientes", descarga Tatiana, necesitada de hacer catarsis.
Sobre la calle Puán, a metros de la panadería, viven Emanuel y Viviana Chuliver, junto a sus tres hijas. "Me desperté sobresaltada, pensé que se había caído el techo", exclama Candelaria (19), cuya pieza da, pared mediante, a la panadería. "Lo primero que hice fue ir a buscar a Emanuel, porque mi mamá estaba trabajando. Cuando nos asomamos por la ventana, vimos el desastre. La mujer (Maldonado Paniagua) estaba tirada en el medio de la calle y había un charco de sangre, y al hombre le estaban haciendo masajes en el pecho después de que los bomberos lo lograron sacar del auto".
Emanuel invita a pasar a su casa y muestra la rajadura en una pared del dormitorio, producto del impacto del auto. "No es nada grave, pero se lo dijimos al dueño del departamento, que es el mismo de la panadería, y lo único que nos respondió es cuándo le íbamos a pagar el alquiler". Emanuel y su mujer Viviana cuentan que la policía les pidió que trapearan el charco de sangre que había quedado en el medio de la calle. "No es tarea nuestra, pero me lo pidieron y no tuve opción. Fue una imagen muy fuerte, porque la sangre estaba tibia".
Y Emanuel despide a Clarín de su casa con una frase por demás elocuente. "El barrio está picante, pero nosotros no tenemos posibilidades económicas para estar en un lugar mejor, entonces nos quedamos porque sabemos que no corremos riesgo de vida, sí de que nos afanen".
Fuente: Clarín