Sábado 22 de Marzo de 2025
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Campañas sucias y políticos bajo el “efecto Lali”

  • La política parece haber adquirido lo peor de las redes sociales .¿Desde cuándo el insulto más burdo pasa a ser el lenguaje obligado? ¿Desde cuándo se acusa sin mostrar pruebas?

Ocurrió en un streaming: Eial Moldavsky se despachó, con detalles muy explícitos, acerca de un encuentro sexual con una “actriz verificada (en redes sociales)”, una “famosa clase A”, como la describió, mientras sus compañeros de programa iban develando que se trataba de Lali Espósito. La polémica no tardó en estallar frente al incalificable comentario y el responsable ensayó una disculpa, alegando que no era ella, que la historia era falsa y que todo se había dado “en el marco de alimentar el aire en el marco de un programa, de una consigna, donde uno corre el riesgo de decir muchas boludeces”.

Más allá de la confesión, y de los riesgos que entraña ese marco donde alguien, por necesidad de alimentar el aire, léase generar más atracción en la audiencia, se pone “a decir boludeces”, hay un correlato indisimulable con lo que ocurre en la arena de la política.

Con el mismo objetivo de generar la atracción no ya de la audiencia sino del electorado-audiencia y de paso montar campañas sucias a como dé lugar, políticos y políticas recién aterrizados pero con los viejos métodos de la casta remozados y elevados a la enésima potencia se lanzan a las bajezas más inimaginables.

La política parece haber adquirido lo peor de las redes sociales. La chabacanería y las agresiones e insultos son moneda corriente. Se hacen acusaciones gratuitas y de todo tenor sin molestarse en mostrar una prueba. Una expresión de lo que se ha dado en llamar “politainment”, una mezcla de política y entretenimiento para llegar a públicos masivos y en un formato más “digerible”.

Desde la sociedad se van naturalizando cada vez más este tipo de discursos, pretendidamente graciosos o disruptivos en un caso, o que buscan descalificar al oponente, o a quien se limite a tener apenas un matiz de diferencia con el propalador del mensaje, con ofensas hacia su persona y sin debatir argumentos. Un colosal empobrecimiento del necesario debate e intercambio de ideas. Promovido por quienes se dicen enemigos de la cancelación, se trata de cancelación pura y dura.

El lenguaje político extremo sólo profundiza la polarización, y lo abarata todo. ¿En qué momento dejó de ser obligatoria la presentación de pruebas antes de lanzar una acusación? ¿Desde cuándo el insulto más burdo pasa a ser el lenguaje obligado de los funcionarios, y cuanto más encumbrado, más brutal? ¿Desde cuándo lo que debería ser alta política muta en un streaming berreta?

Ni siquiera es un fenómeno local: Trump llamó a Biden “estúpido, enfermo, débil y patético”, Maduro le dijo a Milei “basura fascista nazi”, Elon Musk calificó al presidente alemán de “tirano antidemocrático”, un diputado español pidió un “test de sexo” para Abascal, el líder del partido Vox. El ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires le echó la culpa a Milei por el narcotráfico. El diputado Espert llamó “inútil biológico” a Kicillof.

Un análisis del Centro de Datos de Chequeado estableció que, en 14 meses de gestión, Javier Milei profirió al menos 1.051 insultos, descalificaciones o ataques en discursos, entrevistas y redes sociales. Opositores políticos, periodistas y economistas críticos fueron el principal blanco de ataque, según el trabajo, que enumera algunos de los agravios: “Kuka”, “zurdo”, “ensobrado”, “casta”, “mentiroso”, “econochanta”, “siniestro”, “pedófilo”, “sorete”, “esbirro”...

La dinámica de las redes sociales se va imponiendo y el insulto inunda el discurso político de todo el espectro ideológico. La violencia verbal reemplaza a las ideas y los argumentos, crece el nivel de agresividad y se alcanza lo que se conoce como “polarización afectiva”. De lo político se pasa a lo personal, de los insultos en las redes, a las amenazas o incluso a la violencia física.

Los votantes tienen la palabra.

Fuente: Clarín

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