El mundo cuadrangular de los cabezas de termo
La política en las calles es raigalmente decisiva en la Argentina, y las grandes movilizaciones no son despreciables nunca, para bien o para mal.
Hay un término no muy académico pero interesante: termos.
“Cabeza de termo”, se dice son los fanáticos, los jibarizados, los verticalistas, los de siempre, ese es el mal argentino; los cabeza de termo, los que no piensan. Y esto no es una declaración de arrogancia. Pensar es no proceder por consignas.
Pensar es precisamente honrar la libertad de pensar sin obedecer efluvios simplistas, militantes derramados en catarata desde las alturas máximas del poder político de turno que los azuza.
La misma camarilla de haraganes de videojuegos adictivos, soslayan el fenómeno real y material de la relevancia de las movilizaciones masivas. Incluye en pantallas rentadas, invectivas infantiles contra los que se opongan a cualquier decisión oficial y decide digitalmente que el líder nunca se equivoca.
Es el espíritu autoritario-digital, ciego, aunque procuran declamar que ellos sí la ven y que todo el resto no la ve.
La narración festiva no exhibe el drama raigal.
La visión en política no es producto de la clarividencias de pantalla que la providencia le hubiera legado a elegidos por los dioses, sino de la observación analítica de los diversos fenómenos propiamente humanos, reales, y no meramente virtuales.
La política en las calles es raigalmente decisiva en la Argentina, y las grandes movilizaciones no son despreciables nunca, para bien o para mal.
La marcha de las Universidades fue contablemente masiva otra vez.
Hubo menos gente que en la anterior, y eso también es cierto. Pero fue amplia, elocuente y federal.
Quien no quiera oir que no vea ni oiga, pero miles salieron nuevamente a las calles y eso significa algo profundo, más allá de razones y sinrazones de ambos bandos.
Hay algo más hondo en todo ésto: las visiones desfondadas de realismo político, perciben sólo un error de los manifestantes.
Los oportunistas políticos de siempre colonizaron la movilización en la Capital, pero detrás y delante de ellos, los marchantes demandan mucho más que la puntual protesta por el desfinanciamiento universitario.
Los amplios peregrinajes callejeros, en la Capital, en Córdoba, en Rosario, ofician como responso a la insolvente moda de digitalizar toda la vida política.
Hay conflictos que brotan abigarrados detrás de una manifestación puntual que sin embargo representa múltiples reclamos.
Las fuerzas del cielo confrontan contra las fuerzas terrestres de disconformidades que se aúnan en una peregrinación focalizada en el tema universitario, pero que agrupa otras diversas oposiciones que no pueden ser concebidas sólo como errores de quienes no entienden nada.
“Son todos K, son todos zurdos” claman los influencers infantilizados. Generalizaciones del brutalismo.
A la vez, en la Universidad pública puede hablar cualquiera que no sea un delincuente. Si dos libertarios quieren hacerlo, tienen el derecho a manifestarse, como lo tienen todos. Bloquearles la palabra como ocurrió en la UNLP no es democrático ni representa al espíritu universitario.
Termos y violentos hay en todos los sectores
Los aciertos oficiales en el campo de la macroeconomía se desdibujan en la torpeza de la ceguera de los encaprichados con la furia de observar que lo concreto suele contradecir a lo abstracto.
Marco Aurelio sí escribió: “Sólo un hombre ridículo y perjudicial para sus semejantes puede fingir sorpresa e indignarse por las cosas que suceden”.
No escribió, según los eruditos, lo que el Primer Magistrado cita de una red: “La opinión de 10.000 hombres no tiene ningún valor si ninguno de ellos sabe nada sobre el tema”. Puede ocurrirle a cualquiera, las redes no discriminan lo verdadero de lo falso y de pronto aportan una frase requerida, no real, ni tampoco irreal, solo virtual, pero inexistente.
La ficción se amasija con la realidad y así ante la ONU el presidente recita, como reveló Carlos Pagni, un discurso de un presidente ficcional de la serie West Wing, palabrerios ostentosos duplicados desde la pantalla hasta el recinto de Naciones Unidas.
Un mundo de espejos borgeanos que no deforman la fantasía, sino que la replican, espejan lo que otros enunciaron para divertimentos imaginarios.
Las palabras salen de los espejos y se corporizan enmascarándose de grotesca originalidad.
Los hermanos Milei se abrazan a sus infancias, y con lealtad hondamente fraternal solo confían en sí mismos y sucumben, afirman incluso sus más cercanos, en percepciones conspirativas a granel.
Es cierto, el poder y la soledad son inherentes el uno a la otra y la soledad del poder prohija fantasmas perseguidores por todas partes.
“Ellos” remarca Karina. Ellos, los que quieren sabotear a éste gobierno que están en todas partes.
Los críticos bien intencionados son los que ayudan a los gobiernos, y a éste en particular. Los genuflexos lo ciegan. Los prosternados frente a la fratría gobernante son los que “ayudan- sabotean” desde la obsecuencia, encerrando a los gobernantes en el eco de sus propias voces.
Hay políticas buenas y las hay nefastas.
El imperio hueco, imperativo, ignorante, tribunero, masificado, burdo, térmico y atérmico, porque no perciben la temperatura exterior.
Ajenos, fútiles, cuadriculados, inútiles.
Fuente: Clarín