Julio Palmaz, creador del stent, sobre el futuro del corazón: “Podremos abordar casos que eran intratables años atrás”
- Revolucionó la salud con su invento para tratar obstrucciones en las arterias.
- Cerca de cumplir 80 años, reflexiona sobre el futuro de las terapias cardíacas.
Un garaje perdido en Martínez, California, Estados Unidos, como laboratorio de ideas científicas. Una matriz experimental. Un procedimiento disruptivo y adelantado para la época. Un médico argentino, joven y perseverante con una carrera en ascenso. Una única posibilidad en diez mil de acertar con su invento y traspasar la línea de llegada. Una corazonada y un nombre: Julio Palmaz (78).
En ese garaje, el niño que desarmaba autitos y relojes, el adolescente fanático de la cardiología intervencionista, el médico recibido en la Universidad de La Plata que debutó en el Hospital San Martín, el hijo del colectivero y de la ama de casa hizo historia.
Después de horas infinitas de trabajo –y en contraturno con su residencia en radiología- creó el stent expansible, un dispositivo que revolucionaría el mundo de la medicina y salvaría millones de vidas.
Su “Eureka” fue a principios de los ‘70. En el hospital universitario de la Universidad de Michigan el médico argentino escuchó al cardiólogo Andreas Grüntzig, creador de la angioplastía con balón, describir su método para “destapar” arterias coronarias sin cirugía.
Sin embargo, el alemán confesaba las limitaciones de su intervención. Había que encontrar una solución “mecánica” superadora. El había ido hasta allí con su amigo, mentor y jefe Stewart Reuter que lo había convocado para sumarse al equipo.
La mente de Palmaz encontró “el camino” en 1978. Hizo “aparatitos” con una lupa iluminada, material para soldar y tubos de goma de caucho. Diez años después, en agosto de 1988, patentó su creación: el primer stent intravascular de la historia. ¿El rótulo?: “Palmaz-Schatz” en reconocimiento a Richard Schatz, el profesional que consiguió los recursos para hacer realidad el costoso proyecto.
El cardiólogo argentino Julio Palmaz, en1986, junto con el médico Richard Schatz en el Laboratorio de cateterismo de la Escuela de medicina de San Antonio, Texas. Foto: Archivo Clarín.
Argentina pionera
A sus casi 80 años -cumple 79 en diciembre-, Palmaz hace un balance de su trayectoria con la mirada puesta en el horizonte médico nacional e internacional. ”La Argentina sigue siendo pionera en medicina de servicio e investigación clínica pero la investigación de las ciencias básicas es limitada y el soporte económico, casi inexistente”, subrayó en diálogo con Viva desde los Estados Unidos, donde reside desde que nació su invento.
-A la distancia, ¿cómo ve hoy a aquel médico que atravesó obstáculos para concretar un invento que salvaría millones de vidas?
-Me veo como un ingenuo sin idea de que las estadísticas de la chance de éxito de llevar unprocedimiento disruptivo a la línea de llegada eran de 1 en 10.000.
-¿Cuántas lágrimas, energías y horas de vida dejó en el proceso médico y legal hasta patentarlo?
-Energía sí. Mucha. Horas de vida, también muchas. Lágrimas no. Tal vez fue la excitación en el desafío. La aplicación a la patente fue relativamente temprana. El proceso de validación biomédica y regulatoria con la FDA (Food and Drug Administration o Administración de Medicamentos y Alimentos), largo y penoso. La experiencia legal vino después de la aprobación y éxito explosivo. La enorme cantidad de copias e infringimiento de la patente por parte de la competencia provocaron juicios tardíos que duraron muchos años.
-¿Cómo se sintió cuando se dio cuenta de que estaba inventando algo superador? ¿Podía dormir?
- Mi momento revelador fue cuando examiné mi primer “espécimen” de laboratorio. Unos años más tarde, sentí la misma validación cuando examiné piezas de autopsias en pacientes que recibieron stents años antes. Ahí vislumbré su potencial. Nunca sentí que iba a pasar a la historia hasta pasados 10 años del inicio, cuando tuvimos resultados a largo plazo y datos oficiales del impacto. Como jefe de un servicio de emergencias en un hospital grande (primero en el hospital de Veteranos de Martínez, California; después en la Universidad de Texas Health Science Center) nunca se duerme bien si se está de guardia cada 3 días. Cuando empezaron los ensayos clínicos del stent alrededor del mundo, recibía llamadas de países remotos, frecuentemente en el medio de la noche. Nunca me iba a la cama esperando una noche completa de descanso.
-¿Qué le decía su familia?
Mi esposa e hijos fueron increíblemente soportadores. Sin ese apoyo, me hubiera sido imposible encarar este proyecto.
-¿Recuerda el primer paciente que usó el stent?¿Alguna persona a la que le haya salvado la vida?
-El primero fue en 1987, en Freiburg, Alemania. Fue en vasos periféricos (no cardíacos). Después vino el primer stent coronario en San Pablo, Brasil, en el ‘88. En el ‘90, la FDA lo aprobó en vasos periféricos y en el ‘94, en coronarias. Durante los primeros años de investigación clínica hice muchos procedimientos fuera de protocolo por necesidad crítica. En esos años, muchos centros en los EE.UU. enviaban pacientes con problemas porque éramos los únicos que teníamos licencia para usar stents experimentalmente. Las historias de vidas salvadas eran cosa de todas las semanas. Con el tiempo, más centros adquirieron la aprobación para usar el stent y fuimos menos imprescindibles.
Un procedimiento vigente
Salvar vidas. Palmaz lo había logrado. Recordar el pasado lo gratifica sobre todo porque su invento sigue vigente. Según el Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI), en la Argentina se colocan alrededor de 110 mil stents coronarios por año, es decir un promedio de 300 dispositivos por día. En los EE.UU. se hacen anualmente más de 1 millón por cateterismo. En Japón, 300 mil, en India 500 mil y en China 1,3 millón, al igual que en toda la Unión Europea. Hoy la malla metálica expandible de 1 mm de diámetro y 30 de largo, 25 gramos de peso (menos que una aspirina), es la vía para tratar obstrucciones en arterias coronarias y carótidas, renales, intracraneanas y de miembros inferiores. “El stent es una curita. Lo que permite es mantener la circulación, el flujo sanguíneo”, suele decir Palmaz.
Lo que viene
-¿Hay algún invento que le hubiese gustado crear?
-En los '70 el stent era el invento más deseable por las necesidades criticas de la época como el infarto agudo de miocardio. Hoy aspiraría a inventar un fármaco de alta especificidad y baja o ausente toxicidad para tratar y prevenir la arteriosclerosis. Es decir, si empezara hoy, elegiría la ingeniería biomolecular.
El cardiólogo Julio Palmaz, en una de sus visitas a Buenos Aires. Foto: Archivo Clarín/ Guillermo Rodriguez Adami.
-¿Cuántas patentes tiene a su nombre? ¿Cuál es la que más lo representa más allá del stent?
-Es difícil mantener una cuenta. Tengo aproximadamente unas 90 patentes como primer inventor y unas 250 como co-inventor. Muchas expiraron, otras se abandonaron por obsoletas. Mis patentes derivadas de la físico-química de la superficie de biomateriales son las que más orgullo me dan.
-¿La Argentina sigue siendo pionera en medicina cardiovascular?
-La medicina de servicio e investigación clínica es excelente en la Argentina a nivel mundial. Pero la investigación de las ciencias básicas es limitada y el soporte económico necesario, casi inexistente.
-¿Por qué no se radicó en nuestro país después inventar el stent?
-Por mi familia, por arraigamiento, por el desarrollo de mi carrera, por aculturación. Tampoco se puede ignorar la dificultad de hacer investigación básica en Argentina. La investigación científica básica siempre fue mi pasión y la razón por la que me quedé a vivir en los Estados Unidos.
-Con su experiencia, ¿ve algún invento innovador en el horizonte que pueda mejorar el funcionamiento del corazón?
-En 2024 lo más excitante es la fármacoterapia de alta selectividad y baja toxicidad. Las medicinas biológicas y las derivadas de ARN o ácido ribonucleico prometen limitar el riesgo de muchas enfermedades que han plagado al ser humano. Estas enfermedades son comunes como la diabetes o raras como la Amiloidosis (la acumulación de la proteína amiloide en el corazón, los riñones, el hígado y otros órganos). Hoy hay fármacos para condiciones que eran intratables unos pocos años atras. La prevención y el tratamiento prometen alargar la vida. Los enfermos del futuro cercano van a ser más añosos y frágiles. La causa más frecuente de muerte entonces puede que cambie de la cardiovascular al cáncer, plagas o accidentes.
-¿Qué piensa de la inteligencia artificial aplicada a la medicina cardiovascular?
-No lo veo como algo que sea disruptivo en esta área. La IA se está aplicando en diagnósticos tediosos de gran volumen como la histopatología, citopatología, mamografía, placas de tórax y otros exámenes por imágenes que son abrumadores por la cantidad. También, en el diagnóstico diferencial de material de historial clínico. La IA puede ayudar a preseleccionar para disminuir la sobrecarga de interpretación de volúmenes masivos de información clasificando y distribuyendo. Sin embargo, en medicina, nunca reemplazará el juicio clínico basado en la experiencia.
El legado
-Hoy tiene un emprendimiento familiar de vinos ¿Qué cepa prefiere? ¿Podemos concluir que el vino es vital para el buen funcionamiento del corazón?
-La vinicultura es genial para un emprendimiento en familia. El área de Napa donde estamos viviendo es muy favorable desde el punto de vista de clima y condiciones del terreno. Sí, me gusta el vino y estoy convencido de que, con moderación, es placentero y saludable. El cabernet es mi cepa preferida.
-¿Cómo le gustaría que lo recuerden en la historia de la Medicina?
-Como un tipo de buen humor y placentero. Sí me arrepiento de haber sido difícil en los años de trabajo duro en el laboratorio con mis colegas, asistentes, residentes y académicos. Si pudiera rehacer ese camino, sería más cordial y sensible. En retrospectiva, el tratar con enfermedades y sufrimiento no justifica endurecer el carácter.
-¿Conoció estrechamente a René Favaloro? ¿Qué recuerda de él?
-Sí, lo conocí en Buenos Aires en 1972. Hacía poco que había llegado de Cleveland y era conocido por su trabajo en bypass coronario. Lo fui a ver por una cirugía para mi suegro que tenía una enfermedad coronaria avanzada e insuficiencia cardíaca congestiva. Revisamos juntos su coronariografía y su historia clínica y se decidió intentar una cirugía de bypass múltiple. Estuve presente en la cirugía pero mi suegro no sobrevivió. Nunca más volví a encontrarme con él.
-¿Qué diría René Favaloro si lo estuviera escuchando ahora?
- En este momento Favaloro, como otros cirujanos de gran experiencia, aceptaría la necesidad de tratamientos por cateterismo como el modo de elección en el infarto agudo de miocardio. Años atrás, hubo polémicas en el rol relativo de la cirugía de bypass comparado al tratamiento transcatéter (angioplastia y stents) en pacientes con isquemia crónica de miocardio. Estoy seguro de que aceptaría que los cirujanos deben compartir con los cardiólogos intervencionistas los pacientes con enfermedad coronaria basados en criterios establecidos. Seguramente también me felicitaría por el vino que hago.
Fuente: Clarín