Javier Milei, presidente y agitador
Al jefe del Estado le gustan dos cosas: respetar la coherencia cuando se trata de las cuentas públicas y revolver en las discordias intestinas de los otros partidos
Podrá decirse que el presupuesto de Javier Milei les reduce recursos a las universidades y aumenta hasta un 100 por ciento los fondos reservados de los servicios de inteligencia. Escándalo seguro. Podrá señalarse que la recuperación del salario, como consecuencia de la caída en los niveles de inflación, se licuó, sobre todo, con los incrementos de las tarifas de la energía. Debate inevitable de la política. No obstante, es destacable que un presidente argentino sea consciente él mismo, sin la influencia de nadie, de que la mejor economía es la que no tiene déficit. Mauricio Macri suele recordar que su experiencia fue estéril: era él, cuando fue presidente, quien debía advertirles a sus funcionarios sobre la necesidad de gastar de acuerdo con lo que se recauda. Al revés de la mayoría de los presidentes argentinos, Milei no necesita que nadie le aclare la necesidad de una economía sin déficit; es él quién propaga la doctrina. Si se mira bien lo que Milei dijo el domingo, sus prioridades son solo dos: déficit cero en las cuentas del Estado y el pago en tiempo y forma de la deuda. Todo lo demás es y será motivo de discusión política.
De hecho, el conflicto interno del radicalismo (partido que no necesita mucho para descerrajar una guerra entre propios) por la relación con el Gobierno no hizo más que escalar en las últimas horas. Suspensión de la afiliación de cuatro de los cinco diputados nacionales que ayudaron a preservar el veto del Presidente al proyecto de ley de movilidad jubilatoria que había aprobado el Congreso. Disidencia con esa decisión de la conducción partidaria por parte de dirigentes tan importantes como el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, y el jefe del bloque de diputados radicales, Rodrigo de Loredo.
El Presidente es un elemento novedoso y agitador en todas las orillas de la política. También hay gobernadores peronistas que prefieren estar más cerca de Milei que de Cristina Kirchner, a la que consideran una dirigente predominante, pero sin futuro político. Puede advertirse fácilmente en esa posición a los gobernadores de Tucumán, Osvaldo Jaldo; de Catamarca, Raúl Jalil, y de Salta, Gustavo Sáenz, aunque este último viene del massismo, no del kirchnerismo. Siempre hiperbólico, la cena de este martes de Milei con los “87 héroes” (diputados que simplemente votaron a favor suyo en la cuestión de los aumentos a los jubilados) fue una prueba más de que al jefe del Estado le gustan dos cosas: respetar la coherencia cuando se trata de las cuentas públicas y revolver en las discordias intestinas de los otros partidos. Hay alguien que también lo sabe: Patricia Bullrich, que salió a diferenciarse de su teórico jefe político, Macri, con un apoyo sobreactuado y poco creíble a la candidatura del juez Ariel Lijo como eventual miembro de la Corte Suprema. “Antes decía todo lo contrario. Quiere ocupar el lugar de Santiago Caputo en el entorno presidencial”, advirtió sin ironía, con supuesta información fidedigna, un dirigente de Pro.
Es probable que el gobierno de Milei conserve el próximo año el déficit cero. En primer lugar, porque la propuesta del Presidente es colocar la recaudación antes que el gasto; esto es: primero recaudar y después gastar. Es una diferencia crucial con los tres gobiernos kirchneristas: ellos gastaban y después veían cómo pagaban. La consecuencia fue un déficit insoportable para los gobiernos no peronistas que los sucedieron. La excepción en los 16 años de gobiernos inspirados por los Kirchner fueron los dos años en los que Roberto Lavagna fue ministro de Economía; en ese breve período se impuso el criterio de los superávits gemelos: el de las cuentas públicas y el de la balanza comercial. Los economistas serios destacan tres decisiones que ayudarán a mantener el equilibrio entre la recaudación y el gasto. El primero de ellos es que el Gobierno tendrá un sistema normalizado de las retenciones a los productos agropecuarios, sobre todo en la soja. Este año la recaudación de las retenciones fue más baja de lo habitual porque muchos productores aprovecharon el “dólar soja” de Sergio Massa y liquidaron entonces sus cosechas. El año próximo se volverá a la normalidad. El “dólar soja” fue una de las tantas medidas electoralistas de Massa cuando él era candidato a presidente de la Nación; hubo también este año una sobrecarga de impuestos porque Massa había postergado el pago de algunos de ellos.
Javier MileiAlfredo Sábat
Varios economistas prevén, además, una recuperación de la economía y, por lo tanto, de la recaudación general de impuestos. Ya se observa una reactivación suave (vale la pena recalcar que es suave, no brusca ni rápida) de algunas variables económicas, sobre todo en las que tienen que ver con el consumo de la clase media alta. Por ejemplo, observan ciertos movimientos en la venta de automóviles, que estaba totalmente paralizada en los primeros meses del año. La situación es heterogénea. Por un lado, hay factores, como los módicos aumentos en alimentos, que benefician a la clase baja, y hay otros factores, como los importantes aumentos en la educación privada y en el consumo de gas, que perjudican a la clase media y a la media alta. Pero, al mismo tiempo, se recupera la venta de automóviles y continua estancada la venta de gaseosas, que es un producto que compran los sectores bajos de la sociedad. Por eso, se derrumbó nuevamente el consumo en los supermercados (un 17,2 por ciento en agosto), que es donde se abastecen mayoritariamente las franjas menos pudientes de la sociedad. Sin embargo, comienza a percibirse cierta recuperación en la industria y la construcción, sectores de la economía que venían aquejados de una parálisis total. Si se desperezan la industria y la construcción (y la tendencia se mantiene en el tiempo), podría ir mermando también el temor de vastos sectores sociales a perder el trabajo o a la imposibilidad de recuperarlo después de haberlo perdido.
El Gobierno prevé también en el presupuesto una nueva baja en los subsidios a los servicios públicos, que todavía están pagados por el Estados en más del 50 por ciento de su valor real. Desde ya, esto significará más ahorro para el Tesoro y agilizará el camino hacia la preservación del déficit cero. La administración de Milei debería plantearse si le sirve conservar a funcionarios de los Kirchner en cargos cruciales del Gobierno, como lo es, por ejemplo, la Aduana nacional. Hace poco, el respetado economista Juan Carlos de Pablo advirtió públicamente que funcionarios del Estado siguen cobrando sobornos para agilizar los trámites en la administración pública. En el acto, aclaró que no se trata de funcionarios designados por el gobierno de Milei, sino de jerarcas heredados del último gobierno kirchnerista. Nadie los vio hasta ahora. Nadie hizo nada.
Una novedad que pasó inadvertida es que el presupuesto prevé una percepción cero del impuesto PAIS que se recauda con las compras en el exterior, ya sea durante viajes o desde el país. El impuesto PAIS vencerá en diciembre próximo (fue instaurado por Alberto Fernández en 2019 por el período de cinco años) y Milei debería, si quisiera prorrogar su vigencia, pedirle al Congreso una nueva ley. Sería una contradicción con su discurso liberal. De todos modos, ninguna prórroga está prevista en el presupuesto. Puede enfatizarse, por lo tanto: no habrá más impuesto PAIS desde el 1º de enero próximo. La última vez que se eliminó el impuesto a las compras en dólares fue durante el gobierno de Mauricio Macri cuando se levantó el cepo al dólar. Esta vez, no mediará una eliminación, sino una caída natural de un impuesto distorsivo e injusto. Sin embargo, el presupuesto de Milei no deja entrever nada sobre un eventual levantamiento del cepo en el mercado cambiario.
Milei necesita que ningún “cisne negro” aparezca en el horizonte del próximo año, porque en 2025 deberá enfrentar las primeras elecciones de mitad mandato desde que fue ungido presidente de la Nación. A pesar de ciertas diferencias en temas institucionales y en la instrumentación de algunas políticas públicas, ni Milei ni Macri imaginan un destino electoral inminente alejado el uno del otro. “Separados, perderían los dos”, dice uno de los principales dirigentes macristas. Más allá de la discordia entre Macri y su antigua protegida Patricia Bullrich (protección que esta no reconoce ni agradece), lo cierto es que la mayoría de Pro está dispuesta a esa alianza electoral. Solo falta saber qué hará Horacio Rodríguez Larreta, más volcado hacia una política como la que encarna Martín Lousteau. Cerca de Milei intuyen que podrían también trabar alianzas electorales con sectores del radicalismo que están más cerca de él que del presidente de la UCR, Lousteau. La fractura expuesta del radicalismo, que se observa en estas horas, es un ejemplo de ese cisma ideológico (o político, quién lo sabe) en puerta. Todo es posible, al final del día, siempre que Milei pueda conservar sus principales promesas: disciplina en las cuentas públicas y consecuente baja de la inflación. Su próximo desafío consistirá en demostrar que puede perforar el nivel del 4 por ciento mensual de inflación. El vocero Manuel Adorni, exaltado a la condición de ministro en las últimas horas, dijo en días recientes que la inflación de septiembre será de poco más del 3 por ciento. En cambio, el exministro de Economía Hernán Lacunza, que desempeñó ese cargo durante la gestión de Macri, advirtió que será “difícil” perforar el 4 por ciento mensual, aunque aceptó que los números del presupuesto presentado por el Presidente son “verosímiles”.
Más previsible es qué hará Milei con el interminable conflicto en Aerolíneas Argentinas. Algo hará, y pronto. Funcionarios que lo conocen bien al Presidente sostienen que no está en su condición dejar sin resolver un conflicto que se alarga semana tras semana. Diputados de Pro y del propio Milei promueven una ley para privatizar esa empresa, que no tendrá muchos interesados si el Gobierno no resuelve antes la enmarañada situación gremial de la compañía. Después tendrán que lidiar con peronistas y radicales que creen que Aerolíneas Argentinas es la patria. No importa cuáles sean las mañas de los dirigentes gremiales que deciden desde esa empresa sobre lo que ocurre en la tierra y en el cielo.
Fuente: La Nacion