Jueves 19 de Septiembre de 2024
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Educar para el futuro

La mayor dificultad que encuentran los chicos al ingresar en la universidad es su bajo nivel de lecto-escritura. Ante este panorama, se vuelve urgente el implementar un profundo plan de alfabetización

El mundo cambia a un ritmo vertiginoso, y en medio de tanto cambio, corremos el peligro de tirar a la basura lo que podría ser útil más adelante. Como decía el querido Ringo Bonavena, “la experiencia es un peine que te llega cuando ya estás pelado”. Esta semana, la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación votó a favor de declarar la Educación como un servicio público esencial. Es un avance significativo para limitar las eternas protestas sindicales que dejan a padres y alumnos como rehenes, contribuyendo al deterioro de la educación, especialmente en la escuela pública.

Este fin de semana se festeja el “Día de las Infancias”, que antes conocíamos como el Día del Niño. Más allá de los regalos y las celebraciones, todos nos preguntamos qué futuro les estamos dejando a estos chicos. ¿Qué mundo les estamos dejando? ¿Va a subsistir el planeta o va a colapsar por el cambio climático, que ya se hace sentir? ¿Hacia dónde va la educación? ¿Hay que sacarles las redes sociales y los teléfonos en el aula? ¿Qué estudios superiores van a tener que seguir? ¿Qué disciplinas van a sobrevivir?

No todo lo viejo es desechable en aras de un futuro promisorio. Para la Iglesia, la “tradición” viene del verbo latino “tradere”, que significa entregar. Cada generación le pasa a la siguiente el modo en que vivió la “fe”. La educación es una forma de preparar a los chicos y jóvenes, entregándoles el legado cultural que acumulamos a lo largo del tiempo.

Cuando Sarmiento arrancó con su gesta educativa, se topó con un país en el que la gran mayoría no sabía leer ni escribir. Sentó las bases para “educar al ciudadano”. Pero con el tiempo, la educación se fue deteriorando y los métodos pedagógicos fueron cambiando.

En 1962, Berta Perlstein de Braslavsky (reconocida educadora e investigadora) lideró una controversia que se conoció como la “Querella de los Métodos”. Esta discusión giraba en torno a dos enfoques para enseñar a leer: el método estructurado, que se basa en enseñar de manera sistemática la correspondencia entre sonidos y letras (lo que llamamos conciencia fonológica), y el método constructivista, que prioriza la comprensión y el sentido del lenguaje.

En nuestro país, esta grieta también se politizó. Los sectores conservadores y liberales defienden el método estructurado, argumentando que es más efectivo para que los chicos aprendan a leer y escribir de forma ordenada y rápida. En cambio, los sectores progresistas apoyan el método constructivista, que viene dominando en Argentina desde fines de los 80, aunque ha recibido críticas por su relación con el bajo rendimiento educativo.

Con la idea de “no presionar demasiado a los chicos” para que no se frustren, venimos haciendo malabares en nuestra misión de alfabetizar. Esto se refleja claramente en el programa de becas para estudiantes de bajos recursos que llevamos adelante desde la Fundación Pastoral San Lucas, la cual presido hace más de 15 años. La mayor dificultad que encuentran los chicos al ingresar en la universidad es la lecto-escritura; el año pasado, de 120 chicos, solo 17 aprobaron el examen. Esto muestra que el método constructivista no está funcionando, ya que los chicos con los mejore promedios de la escuela pública y privada, no saben leer bien ni entender lo que leen. Por eso, se vuelve urgente el plan de alfabetización que propone el Secretario de Educación, Carlos Torrendell.

A esto se le suma que los chicos tienen poco contacto con la lectura. Solo usan fragmentos sacados de internet o pasan horas consumiendo contenido audiovisual en las redes sociales. Esta cultura fragmentada hace que leer libros les parezca aburrido y que no entiendan muchas palabras por falta de vocabulario.

El proceso de alfabetización es, sin dudas, complejo. No se reduce a elegir un método pedagógico, sino que también está influido por factores socioeconómicos, culturales y emocionales. Es un proceso que debemos encarar con dedicación, teniendo en cuenta las capacidades de los chicos, su contexto, y la importancia de mantenerlos motivados y apoyados a lo largo de todo su recorrido educativo.

Es momento de ponernos de acuerdo en algo, es momento de darles herramientas pedagógicas para que nuestros chicos entiendan lo que leen.

Fuente: Infobae

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