El Maligno Torres se llenó de gloria en París 2024 con el BMX Freestyle y obtuvo la primera medalla de oro para Argentina en los Juegos Olímpicos
- El argentino hizo una puntuación de 94,82 en su primer turno y se subió a lo más alto del podio.
- No lloró en la coronación, aunque se lo notó muy emocionado.
- "Soy el deportista más lesionado, pero todo valió la pena", dijo.
París, Francia. Enviado especial.
Lo sabe el Maligno. Sabe que con la rutina que acaba de realizar en las rampas del imponente escenario construido en medio de la Plaza de La Concordia, donde conviven por estos días la historia y la cultura francesa con la modernidad y la adrenalina de los deportes urbanos, tiene muchas chances de subirse al podio del BMX Freestyle de París 2024. Por eso cuando la chicharra marca el final de su pasada, levanta la bicicleta por encima de su cabeza, en señal de conquista, y luego aprieta los puños y respira hondo. Por eso también, mientras espera que los jueces decidan cuánto valieron todos los trucos que hizo desafiando a la gravedad, no se puede quedar quieto: se mueve de un lado al otro, resopla y cierra los ojos, como tratando de controlar los nervios y la ansiedad, y habla con Maximiliano Benadía, su entrenador, quien parece decirle 'Tranquilo, el trabajo está hecho'. Y cuando el animador anuncia finalmente el puntaje, después de un par de minutos que parecen eternos, José Torres estalla, dejando salir toda la tensión acumulada. "¡Vaaaamooooos!", grita y se funde en un abrazo con todo su equipo.
Lo que no sabe todavía -lo que ni siquiera se anima a imaginar- es que esos 94,82 puntos que le otorgaron lo terminarán transformando en el nuevo campeón olímpico, el primero de esa disciplina para el deporte albiceleste, y el responsable de inaugurar el medallero nacional en los Juegos Olímpicos de la capital francesa. Y le puso la frutilla a su palmarés que incluye ser el primer argentino en ganar un oro en los X Games (el año pasado en California), y ser campeón panamericano en Santiago. Esos 94,82 puntos, que resultarán inalcanzables para sus rivales -entre los que está el dueño del oro de Tokio y el del titulo mundial de 2023- le permitirán subirse a lo más alto del podio y lograrán que las estrofas del himno argentino suenen en la calurosa tarde parisina.
"Era matar o morir", dijo un rato más tarde Torres, ya con la dorada colgada al cuello. "Yo jamás siento que estoy a la par de ellos, siempre me siento menos. Pero esta vez, uno de mis objetivos era ponerles presión, como ellos me pusieron presión a mí toda la vida".
José Torres se abraza con el británico Kieran Darren David Reilly, que se llevó la plata. (Xinhua)
Lo hizo. Y de qué manera. El Maligno fue el tercero en salir a escena. Ya habían pasado el letón Ernests Zebols y el joven brasileño Gustavo Batista Oliveira, quienes habían hecho delirar al público, la mayoría local por la presencia del francés Anthony Jeanjean entre los nueve finalistas. Las ovaciones que recibieron fueron nada en comparación con la que terminó generando el argentino.
Torres se lanzó, como había hecho ya en las dos pasadas de la clasificación, desde el punto más alto del park y deslumbró con una actuación prolija, cargada de magia, velocidad y explosividad, que asombró hasta al más francés de los franceses, esos que en varias competencias de estos Juegos se encargaron de silbar y abuchear a cualquiera presentación argentina.
En La Concorde, este miércoles, no hubo animosidad. Cada salto, cada giro en el aire, cada truco de Torres fue celebrado y aplaudido por todos. Tan perfecto fue lo que hizo el Maligno -que en realidad nació en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, pero se siente, vive y habla como cordobés- que logró su propósito: poner nerviosos a los rivales.
El Maligno con el puño en el aire, en lo más alto del podio. (Xinhua)
Tras el 94,82, Jeanjean, que encima tenía la presión de jugar de local, sintió la necesidad de arriesgar mucho, salió muy agresivo y se fue al piso en el primer truco (hasta perdió la zapatilla). Al francés, cuando terminó la final, se lo vio desolado, con la cabeza escondida entre los brazos, a pesar de haberse llevado el bronce con los 93,76 que consiguió un rato después.
Pasaban los minutos, pasaban las actuaciones, y el argentino seguía liderando. Había descartado los 92,12 de su segunda ronda y se mantenía arriba con aquel puntaje inicial soñado. Quedaban tres riders por competir, tres de los más fuertes del grupo. Y el Maligno no sabía cómo mantener la calma. Cada tanto, la cámara lo buscaba y lo encontraba hamacándose sobre sus pies, moviéndose constantemente.
El momento clave fue el paso del australiano Logan Martin, oro en Tokio 2020, que ya había sufrido una caída en la ronda inicial. El oceánico necesitaba una rutina sin errores para aspirar a un podio, pero terminó perdiendo el equilibrio tras un salto, apoyó un pie en el suelo y se quedó sin chances. Ahí, el cordobés empezó a festejar.
"Estaba esperando que pasara él. Cuando no me pudo superar, me sentí muy feliz, porque dije ya tengo el podio. Ya no me importaba si era la de oro. Lo único que pensaba era 'Ya tengo una medalla para Argentina, con todo lo que nos está costando'. Y cuando el inglés (Kieran Reilly, campeón mundial el año pasado y quien al final fue plata con 93,91) no logró hacer los trucos fuertes que tenía que hacer, antes de que le pusieran el puntaje, me di cuenta que era oro", recordó.
El Maligno Torres, con la de oro. (Xinhua)
La espera para confirmar su consagración fue más tensionante que aquella primera de la tarde, en la que aguardaba por el 94,82. Y cuando el primer escalón del podio fue oficial, se desató un alocado festejo que casi termina costándole un pedazo de la oreja izquierda.
"Ni bien terminaron las rondas, un amigo chileno y todo el equipo me empezaron a tirar hielo, empezaron a bolar puñetes y abrazos. Y pum, el aro se me salió y todo", relató, mostrando la oreja vacía, sin el arito que llevaba siempre y que le arrancaron en medio de la euforia.
Curiosidad: no lloró el Maligno. Al menos no delante del público. Ni cuando todos los que tenía alrededor lo abrazaron y felicitaron. Ni cuando Gianni Infantino, presidente de la FIFA, le colgó la medalla al cuello. Ni cuando escuchó el himno y vio la bandera argentina flamear en lo más alto. Aunque en ese momento, se lo vio muy emocionado. Y cuando terminó de entonar el último "Oh, juremos con gloria morir" -la única estrofa que se animó a cantar, tal vez para no perder el control y poder seguir controlando las lágrimas-, volvió a largar un suspiro y los ojos le brillaron.
Torres con el oro en el podio, junto al británico y el francés. (Xinhua)
"Trato de no mostrar mucho mis emociones porque no quiero dar pena a nadie, pero por dentro estoy bastante derrumbado", reconoció. "No puedo entender todavía lo que está sucediendo. Creo que cuando esté en silencio en la habitación de la Villa, mirando la medalla, voy a comprender lo que acabo de conseguir".
Vale mucho esa medalla de el Maligno. Mucho más que el valor nominal del oro con el que está hecha. Porque como él mismo comentó, es el premio a la dedicación y el trabajo de muchos años en un deporte muy joven, al que todavía le falta crecer demasiado y en el que Argentina aún está lejos de las potencias, en cuanto a recursos e infraestructura.
"Vinimos con una bicicleta y media, en realidad. Y eso es tomar un riesgo, porque los países fuertes como Australia y Estados Unidos tienen dos o tres bicicletas exactamente iguales. Nosotros no logramos tenerlas exactamente iguales. Esta bici con la que José ganó sale entre 3 mil y 4 mil dólares. Si se te rompe algo, como los precios son en dólares, nos cuesta muchísimo reemplazarlo", contó su entrenador, quien destacó que sin el apoyo de los sponsors privados sería imposible llevar adelante una carrera como la de su pupilo.
Y vale mucho esta dorada porque el cordobés -que arrancó jugando al fútbol, pero se hizo adicto a la adrenalina del BMX cuando lo probó por primera vez a los 14 años- dejó el alma para ganarla. Y también el cuerpo.
"Tengo todo el lado izquierdo quebrado. En el hombro, una luxación acromio y una fractura arriba del húmero; en el codo, creo que fueron tres fracturas. En la muñeca, una; y en el dedo índice, otra. En las rodillas, los ligamentos cruzados. Y en los tobillos, todos problemas crónicos. Soy uno de los deportistas más lesionados. Y así y todo lo conseguimos", se enorgulleció, tras recordar sus heridas de batalla. Y se despidió con una enorme sonrisa: "Todo valió la pena".
Fuente: Clarin