La pobreza trae analfabetismo... ¿hasta cuándo?
Argentina tiene el 54.2% de infantes pobres y 57% de estudiantes que no aprenden a leer, escribir y contar; solo en el segundo semestre del año pasado otros 400 mil menores cayeron bajo la línea de la pobreza
PARA LA NACION
Es muy triste conocer que en la Argentina el 54,2% de los menores de 14 años de todo el país son pobres. Solo en el segundo semestre del año pasado otros 400 mil menores cayeron bajo la línea de la pobreza. Para muchos pueden parecer solo datos. Para los que estamos en educación y vivimos la escuela, son niños y niñas pidiendo ayuda. Son personitas que llegan a la escuela, muchas veces, incapacitados para aprender.
¿Porqué digo esto? Porque la escuela no puede hacer magia. Necesita que los alumnos que llegan al punto de largada cuenten con hábitos básicos de higiene; de alimentación; de respeto a las normas de convivencia. Pero, además, se necesitan habilidades humanas básicas de lenguaje oral; de motricidad fina y de atención (entre otras) para poder aprender todo lo que en la escuela nos quieren enseñar.
Ahora miren estos otros datos: la ONG Argentinos x la Educación acaba de presentar un nuevo informe que dirigió la especialista Melina Furman, donde se muestra que solo el 43% de los estudiantes que ingresan a primer grado llegan a sexto grado de primaria en el tiempo esperado y con conocimientos satisfactorios de Lengua y Matemática. Traducido: el 57% de todos los chicos que van a nuestras escuelas, no pudo aprender a leer, escribir y resolver problemas básicos de matemática (es decir, las habilidades más preciadas que se adquieren en la escuela primaria).
Estas habilidades transforman nuestros cerebros. Aprender a leer conlleva lo que Stanislas Dehaene, un neurocientista cognitivo francés, denomina “reciclaje neuronal”. Ese reciclaje es un proceso mediante el cual, las personas, ampliamos áreas de nuestro cerebro y comenzamos a realizar funciones nuevas. Cuando los humanos nacemos, nuestro cerebro no cuenta con áreas o circuitos neuronales específicamente dedicados a la lectura; aprender a leer altera la arquitectura cerebral y genera nuevas conexiones en áreas que, antes del aprendizaje de esta nueva habilidad, no se comunicaban. Dehaene, junto a otros especialistas, muestra que el cerebro utiliza un complejo entramado de circuitos para leer. En distintas áreas del cerebro se dan los primeros grandes cambios neuronales, pues la corteza visual se especializa aún más y se vuelve más precisa para poder reconocer las letras. La información visual continua luego a un área que Dehaene denomina “la caja de las letras”, en la que se concentra el conocimiento de las letras aprendidas. De este punto el estímulo viaja a, al menos, dos redes neuronales: una que va al significado de la palabra, y otra a la pronunciación y la articulación.
Hernan Churba
Es escalofriante descubrir cuanto se parecen estas dos cifras: 54.2% de infantes pobres y 57% de estudiantes que no aprenden a leer, escribir y contar. ¿Se dan cuenta? Una cifra está empujando a la otra como una gran topadora que impulsa a todas esas nuevas generaciones a un vacío del que será muy difícil volver.
Esas cifras tienen caras y nombres. Esas cifras incluyen a Alan de segundo grado de la escuela rural de Andant, que aún no pudo salir de la “oscuridad”, y que esos dibujos (nuestras letras) signifiquen algo y lo ayuden a volar todo lo lejos que quiera. Incluyen también a Ruth y a Yvan de González Catán, junto a tantos otros que están en primero y segundo de la secundaria y no comprenden las consignas escritas y tampoco se animan a mostrar su propia escritura que ni ellos entienden. Y la incluye a Nicole de Isca Yacu en Santiago del Estero, que terminó su primaria como abanderada y ahora en la secundaria, al cambiar de escuela, siente la horrible frustración de no comprender y descubrir que solo sabe estudiar “de memoria” (porque su fluidez lectora es muy básica).
Esto no es un problema de la escuela. Esto es un problema de todos. A la escuela no se le pueden pedir más esfuerzos. Necesita que nosotros, todos, la respaldemos con un plan de educación y alfabetización que revierta estas cifras de manera urgente.
Es momento de unir nuestras voces y volver a insistir en que la educación y la alfabetización sean prioridad número uno en esta Argentina donde cada año que pasa, hay más y más estudiantes por debajo de la línea de la pobreza. Es hora de dejar de lado la mezquindad política y pensar en serio en los más jóvenes, hay que frenar la sumatoria de generaciones perdidas en nuestro país. Les ruego: nos necesitan, están pidiendo a gritos que hagamos algo por ellos.
Licenciada, profesora y especialista en Educación. Fundadora de la ONG Educere: “Docentes por un Mañana”
Fuente: La Nación